2012
Guión y dirección: Quentin Tarantino.
Actores: Jamie Fox, Christoph Waltz, Leonardo diCaprio, Samuel L. Jackson y Kerry Washington.

¿Por qué hablo de ella? Por Quentin Tarantino.  No hace falta explicar mucho más.  Un director internacional «at the top of his game» y es casi obligatorio para cualquier aficionado ver su última película.  Más aún, Tarantino es uno de los pocos autores del mundo -junto, quizás, con Pedro Almodóvar- que ha conseguido tener una voz propia sin dejar de ser un director comercial.  Se caracteriza también por tomarse muy poco en serio su propio cine.

¿De qué? Un atormentado esclavo negro y un refinado pistolero alemán se juntan para dedicarse a la caza de recompensas en los años previos a la guerra civil americana.  Con este sorprendente mentor Django perfecciona sus habilidades y pierde el miedo que hacía de él un esclavo.  En la segunda parte de la historia Django intenta recuperar a su amada de las garras de un mercader de esclavos sureño interpretado por Leonardo DiCaprio.

¿Merece la pena? Desde luego. Una película que nunca aburre.  Tarantino repite sin repetirse una fórmula de su invención.  Revisar la historia del esclavismo estadounidense y dar una venganza simbólica al espectador por agravios lejanos, en este caso al espectador negro.  Evidentemente la película no busca credibilidad, realismo, ni verismo.  Busca la diversión.  Esta falta de trascendencia de la película, este reconocimiento implícito de que estamos ante un juego es una de sus principales virtudes.  Además Tarantino lleva tiempo siendo un narrador excelente y nos guía por las historias con ritmo imparable.  Las dos horas y media no son ni más ni menos que lo que la película necesita.  Se le podría reprochar un cierto desequilibrio en los personajes ya que el protagonista es un personaje menos desarrollado que los secundarios, y que Christoph Waltz repite un personaje ya conocido.  Los malos son, en el lado opuesto, bastante más originales .  Leonardo DiCaprio rompe definitivamente con su imagen juvenil.   Y Samuel L. Jackson, más brillantemente aún, representa al colaborador, al traidor a su propia raza que colabora activamente con la represión de sus hermanos.  Un personaje pertinente que nos recuerda la miseria de la condición humana en cualquiera de sus variantes y razas.


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Críticas en Rottentomatoes.

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